martes, 25 de octubre de 2011

Déjame pensar.


Déjame pensar. Necesito concentrarme. Escuchar mis propias constantes. He de encontrar las palabras adecuadas. No pueden simbolizar o parecerse a lo que quiero contar. Me va la vida en mi relato. No porque el relato vaya a matarme, sino porque necesito que comprendas. Necesito que entiendas lo que siento en palabras, y que con esas palabras seas capaz de recrear mi soledad y de darle medida. Es de vital importancia que cuando termine de decir una frase, que adelanto será breve, tengas todas las armas necesarias para venir a tratarme, para venir a consolarme sin herirme, sin que me sienta conmiserada. Serán pocas palabras, pues todo lo que acarrea una importancia vital se convierte en esencia y se acorta hasta una brevedad insolente. Te daré un ejemplo: SOS.
No hables todavía, que sigo pensando. Es delicado, tremendamente. Porque, al tiempo que encuentro palabras para encajar un pedazo de historia, he de tornarlas sencillas, llanas, humildes. Todavía he de despojarme de mi rastro de soberbia, orgullo, pretensión. Aunque hoy haga mucho frío. Encuentro miles de alternativas, pero he de quedarme con la que te de la llave para acercarte a mí. Por un momento, me quiero perder, simular que esto es innecesario. Pero mi corazón me contradice. Late tan rápido que me obliga a soltarlo: "Necesito tu cariño para acunar mi vida, que ha acabado desprotegida."

2 comentarios:

  1. Existe un interior, un centro sin aledaños, un punto de no retorno, desde donde clamar por un abrigo, por una pausa dichosa que preserve tu instante del abandono, de la sinrazón que procura el abismo, del ansiado deseo que ata la certidumbre. Hay un disparo gozoso que apunta hacia esa diana, una anhelada búsqueda del objetivo perfecto, un tiempo que no se irá sin realizar el encuentro.

    ResponderEliminar