jueves, 13 de octubre de 2011

De la tercera edad desde la segunda edad.




Varios años contemplan mi voluntariado. Estuve ayudando a ancianos con Alzheimer, enfermedad que pongo de propósito con mayúscula por sus proporciones e importancia. También estuve una temporada con enfermos terminales. He de contar que mi asistencia a los terminales no es demasiado meritoria, la muerte me asusta poco. A mis 36 años había visto morir ya a mis más allegados parientes, y algún partido había que sacar a esa desvergüenza.

Tremenda es la experiencia de colaborar con los ancianos. Tremendamente buena, gratificante, sorprendente. Comprendí, al poco tiempo, que a una persona mayor le viene bien todo lo que pueda ofrecerle el voluntario: su juventud, sonrisa, animosidad, empuje, fuerza, cariño. Salvo honrosas excepciones de ancianos en una fase muy avanzada de su enfermedad o vejez, suelen ser todos ellos absolutamente receptivos a las atenciones externas. Es más, en una residencia de ancianos, una sonrisa es un tesoro de incalculable valor, un hallazgo incunable... Ya no os podría contar el recibimiento si el anciano en cuestión sufre de esa espantosa soledad que acaece cuando sus familiares van a verle poco o muy poco -algún sábado que les viene bien moverse, un domingo que llueve y no hay nada que hacer...-. ¿Habéis observado alguna vez la soledad de un anciano? Tiene color, hasta forma, y está siempre rodeada de un halo de enorme tristeza. Un espectáculo desolador capaz de arrasar con todo a su paso y acelerar la muerte.

Alguien se preguntará qué tienen que ofrecer las personas de la tercera edad a quienes nos movemos con una bata por la residencia tratando de ayudar y acompañar. Pues mucho. MUCHO. Sin ir más lejos, la concentración de sabiduría acumulada a lo largo de los años es un lingote de oro compacto muy valioso. El cariño que devuelven a cambio. La serenidad ante la visión certera de una muerte inminente. El agradecimiento sin palabras.



5 comentarios:

  1. Es increible la capacidad que tienes para "tocar la fibra sensible" en cada momento. Precisamente en estos dias, estoy preparando la celebración de las bodas de oro de unos mayores muy especiales: mis padres. Y no puedo por mas que hacerlo ensalzando todo lo que me han trasmitido es estos años .... especialmente, su mayor patrimonio ahora que ya no tienen salud: SU SABIDURIA

    Gracias Elena

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  2. No hay oro como el saber de un anciano... Muy buen post!

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  3. El, desde la ventana, me dice adiós cada vez que los voy a ver. Ella, mas delicada, me sonríe cuando la miro de cerca y aprecia que estoy allí.

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  4. Soy la autora de este blog, no sé porqué no me permite el sistema auto-comentar aquí... Muchas gracias por vuestro comentarios, me hacen saber que esto que escribo, tan importante, no cae en saco roto. Que hay otras personas que lo aprecian también... Mil gracias! Elena Silvela

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  5. hemos apartado a los ancianos de nuestras vidas, de nuestras casas, de nuestros corazones. Y debemos recuperarles no sólo por su bien, les hemos abandonado, sino por el nuestro, nos perdemos tanto.......

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