jueves, 28 de julio de 2011

Lista de necesidades.

En mi tónica habitual, decidí empezar la mañana quejándome. Por si acaso. Por si caía algo, que nunca se sabe. Y un valiente amigo mío me dijo -en un arranque de locura insospechada- que qué necesitaba, con lo que he acabado comprometiéndome a hacer una lista de necesidades, al menos para su deleite, empolle y posterior ejecución de aquellas (necesidades) que le plazca otorgarme, que pueden resultar ser en número de una o ninguna. Nos movemos en esa ancha banda, pues ya nos conocemos de algo.

Puesta ávidamente a la labor de confeccionar una larguísima lista comprensiva de lo que necesito y lo que no necesito, pero quizá pase a necesitar en un futuro (siempre, por si las moscas); me puse -encantada- manos a la obra sobre documento en blanco de word. Y me encontré con problemas. A saber: lo único que de verdad quiero en esta vida es inconfesable, aunque sea un secreto a gritos para los que me conocen bien. De las otras necesidades ya confesables, pues me parecen casi todas una soberana chorrada. Listarlas y dejar constancia de ellas se me antoja una patente "gilipolluá".

Me queda sólo una cosita que necesito y que puedo plasmar tranquilamente en un documento: que mis amigos, los que me quieren de verdad, tal cual sóy, con todos, todos, todos mis defectos, sigan estando a mi lado. ¿Os ha quedado claro?

martes, 26 de julio de 2011

Maravillosa infancia.



Por fín había llegado. Siete largas horas de coche a sus espaldas. Bajó del coche y cogió aire. Contempló la casa, tan majestuosa como la recordaba. Mientras hacía un recorrido visual a los alrededores, un impertinente escalofrío pujaba por subir. Decidida a no volverse atrás, se encaminó a la puerta y abrió la cerradura con no poca dificultad. El olor, tan familiar, a madera mezclada con barro cocido hizo que diera un paso atrás. "No vas a darte media vuelta, ni en broma", se dijo.

Con gesto decidido, deshizo el paso en falso, abrió la puerta del todo y entró. Contempló la imponente escalera de nogal presidida por los tres tapices que tan bien recordaba desde pequeña. Un torrente de imágenes en desorden comenzaron a pasar por su mente, sin piedad. El caluroso recibimiento al llegar, ese bajar atropelladamente para salir al jardín, gritos, regañinas, risotadas. "Como volváis a bajar saltando los escalones de dos en dos, cobráis...", la voz de la abuela parecía estar ahí mismo, tan burlona como autoritaria.

Subió a la planta de arriba y recorrió el largo pasillo, con esos ojos que no quieren ver, hasta llegar al salón. Su mirada se encontró de bruces con el sillón. Tantas veces se había sentado en el suelo, a lado de él, acompañándole junto con el perro. Horas y horas de charla, escuchando antiguas historias. Podía recordar con nitidez a su abuelo, tan apuesto. El bigote blanco impecable, los ojos azules limpios y sabios. Y ese amor que sólo los abuelos pueden dar, desinteresado.

"Si pudiera dar marcha atrás, volvería a tener cinco años. Viviría todo mucho más despacio. Pegaría a mis sentidos todo lo de esta casa. Si pudiera vivir otra vez esa maravillosa infancia..."  Una lágrima cayó en el suelo.

Dió media vuelta y su mente empezó a ordenar mentalmente las labores de limpieza de la casa. Era hora de comenzar. Pronto llegaría el resto de la familia.

jueves, 21 de julio de 2011

Rendirse.

Coger al toro por los cuernos. Rescatar lo bueno en los malos momentos. Acompasar el trote. Respirar.

En ocasiones veo muertos. No. No te desvíes del tema. En ocasiones llega la hora de rendirse. Sacar bandera blanca, decir adiós, cerrar la puerta y abrir otra. ¿Cuál? Cualquier otra que no te deje ver la que has cerrado.

La rendición tiene algo de frustración, fracaso y cambio. Innegables ventajas, también. No todo puede ser malo, aunque pongamos todo el empeño en ello.

Los cambios son buenos en la medida que amplían la perspectiva, renuevan el aire viciado por esa tozudez tan propia de quien ha erigido su objetivo en primordial . Cambiar para coger otro camino más ancho, fácil y accesible, más apropiado al devenir del destino singular de uno mismo.

Ni que decir tiene que alejarse del objetivo ese que no se logra desenvenena el espíritu, alegra en parte el alma y los ojos descansan, tornándose ciegos de pronto frente ese objetivo interrumpido. Descansar. Dejar hacer de otro modo.

Cuando termine el año que viene, habrá llegado el momento de rendirme. Voy preparando el terreno.

lunes, 18 de julio de 2011

El cuadro del juego de té

Con el ademán elegante propio de quien no ha tenido que aprenderlo, entró en la Galería de Arte. Dió los dos pasos de rigor y paró. Su vista recorrió, con más tranquilidad de lo habitual, la sala. Imponentes los cuadros, desde luego. La retina quedó fija en uno de ellos. Tantas veces había escudriñado hasta el último detalle en los catálogos de exposiciones anteriores que no se le podía pasar por alto. Ese señor, tan señor, sentado a la mesa ojeando el periódico. El juego de té de plata, tan brillante, tan nítido desde una distancia prudencial, tan difuso para el ojo cercano. "Bendito sea el impresionismo", pensó.

Con paso lento, pero muy decidido, se acercó al dueño de la Galería. "Buenos días. Quiero el cuadro del juego de té".
Algo asustado por el ímpetu, respondió: "Lo siento, señorita, no está en venta."
Tomó aire y, sin dejar de mirar el cuadro, replicó: "Gracias por lo de señorita, hacía tiempo que no lo escuchaba. Necesito que ese cuadro esté en venta, pertenece a mi familia. De ella salió y a ella ha de volver."

Una hora después, de la Galería de Arte salía una señora, elegante, resuelta. La sonrisa espectacular, la mirada con brillo, la nariz apuntando al cielo. Y el cuadro, tan pequeño y tan valioso, bajo su brazo. El paso ligero...

martes, 12 de julio de 2011

Maldita.

Construir las palabras, conjugarlas y dar un orden cualitativo a la frase. En el mundo escrito puede uno perderse para volver a encontrarse en el siguiente párrafo. Decir "cómo te quiero" a quien no lo espera pero lo lleva mereciendo tanto tiempo. Sonreir a quien te increpa, porque no te ataca a tí sino a sí mismo. Esperar escuchando las penas, sopesarlas y devolver algo útil con lo que poder luchar. Empatizar, comprender, acompañar, apoyar, estar ahí.

Hoy me han contado lo que temía: alguien muy cercano vuelve a estar enfermo. Si pudiera curarla con palabras este blog sería infinito y os tendría mortalmente aburridos. Maldita enfermedad.

Desde lejos te observo, te cuido, no me olvido nunca de ti. Y valoro esta existencia, por ti y por mí.

Diecisiete de 30. You can close your eyes, it's all right...

lunes, 11 de julio de 2011

De vez en cuando.



De vez en cuando me gusta el silencio, cuando logro que no me amordace.
Me gusta el silencio porque puedo percibir todos los sonidos que me pasan desapercibidos en la rutina diaria.
Me gusta el silencio porque me permite encontrarme, calcular, pensar, colocarme.
Puedo en él juzgarme para volver a quererme, perdonarme los tropecientos fallos que cometo.
Porque junto con ese silencio soy yo misma, sin defensas, pero con todas mis virtudes.
Porque puedo rezar, a mi manera, sin plegarme a las reglas de otros.
Porque soy capaz de acercarme a mis padres sin que nadie me tilde de loca y sentir que el cielo está muy cerca en realidad.
Porque es necesario el silencio para luego retornar al mundo social, donde nadie se escucha a sí mismo.

Dieciseis de 30. En memoria de mi padre, que la cantaba tan bien.

viernes, 8 de julio de 2011

Lo esencial es invisible a los ojos.

Hoy me han recordado que lo esencial es invisible a los ojos. Me gusta tantísimo el mensajero como el mensaje.

En el reino de nada es lo que parece todo, todo, es posible. Más si el comienzo es inimaginativo, un laberinto de una única alternativa. Allá donde el negro se torna gris y el blanco se convierte en beige es un lugar tan inseguro que no se prefiere.

Hasta que hay que entregarlas de verdad, no se escatiman las bellas intenciones. Quedan retratados entonces los ademanes torpes, cuajados de ese miedo pertinaz a un devenir imprevisible de acontecimientos. Y se ahonda en el miedo. Y se borra todo. Como si al no dejar rastro se diluyera la culpa y desapareciera el peligro. Es esa acción propicia que inutiliza la propia voluntad, mina el ánimo, impide cualquier otro propósito.

Reinventaría muchas de estas majaderías.

Me han recordado que lo esencial es invisible a los ojos. Y el afecto puede con todo siempre.

miércoles, 6 de julio de 2011

Quince de 50. If I were a good man...

Ya lo sé.



Ya lo sé. No me crees.
Ya sé que no me sientes.
Pero estoy tan cerca de ti que temo romper algún sortilegio.
Te escucho quejarte porque no estoy apoyándote cuando las cosas no van bien.
Oigo todo.
En ocasiones veo cómo sientes que quizá no te quiero.
Te quise en vida y cómo no voy a quererte desde el mundo de la eternidad,
dónde no hay miedos y todo tiene vocación de permanencia.
Eras a mis ojos perfecta y lo sigues siendo, 
aunque falles, aunque cometas errores una y mil veces.
Cuando te veo desesperada me acerco a ti y te abrazo por la espalda, 
para no perturbar tus pensamientos ni confundir tus sentimientos, tan tuyos y tan necesarios.
Claro que sé que te han dañado. Y no me separo de ti.
Sigue caminando, siempre fuiste tan fuerte como yo. Te enseñé bien. 
Sigue caminando, voy detrás. 
Cuando me encuentres y me vuelvas a ver la cara, lo entenderás.

lunes, 4 de julio de 2011

Catorce de 30. Tenía que llegar. Hold my hand...

En el terreno de lo sagrado.

Recopilé con no poco esfuerzo los sentimientos, saqué de debajo de la cama los que luchaban por esconderse para siempre, los coloqué en un cierto orden lógico y hallé lo que buscaba. No se ha ido la inquietud pero, al menos, ya nos conocemos y nos vamos a hacer amigos, tolerantes...

He transformado todo ese batiburrillo en palabras encadenadas, ciertas y con un mínimo de congruencia. No es la situación ideal, pero es un comienzo. Ahora sólo falta que nada se distorsione al comunicarlo al mundo. Las palabras, que son preciosas, sobre todo si se tejen con hilos de oro y mucho cariño, hay que expresarlas con el mismo amor interior con que se formaron, dificilísima tarea, vive Dios... 

Ha llegado la hora. Empiezo a rezar lo más bonito que sé:

Cuanto llevo conmigo,
lo que soporto,
lo que hablo y lo que arriesgo,
lo que pienso y lo que amo,
los méritos que obtengo,
lo que voy guiando y conquistando,
lo que me hace sufrir,
lo que me alegra....