viernes, 28 de octubre de 2011

Ensayando

"Marina". Enrique Martínez-Cubells

Simularé, tal como prometí. Recortando mis pasos, me postraría a tu puerta. Dejándome enredar. Podría hasta ponerle un velo de amor a los detalles más deleznables. Siempre quiero tocarte, aunque no lo veas en mi rostro. Mis manos te buscan, con conciencia, desangeladas. Intentan tocar el piano pero de las teclas sale aire, indolente y constante. Nunca pude vivirlo y reclamo lo que es de hacer justicia. Me pondré mis mejores galas, al tiempo que despojaré de mi piel todo destello inútil de vanidad. Tengo que saber pintarlo, lo llevo en la misma sangre.

Veintisiete de 30. Late in the evening, to get started up!


Diosa Fortuna.

Frente al lado oscuro, la positividad. El color violeta. Mi color mágico. Por aclamación popular, escribiré este post.
Pues sí, hay cosas buenas, buenísimas. El mundo está algo compensado. La Diosa Fortuna, de cuando en cuando, se pone de nuestra parte. Los brazos abiertos de un niño, gratuitos. Ese regalo en forma de sonrisa de quien nos aprecia. Un abrazo que reconforta el alma. Alguien que te dice "te quiero" y te pilla por sorpresa. Todas las veces que te dan la mano. Un halago. Ese momento increible en que te consuelan, te limpian las lágrimas. Arropar. Un ramo de flores. Escuchar un problema. Acariciar. Pasar el brazo por el hombro y dejarlo ahí. Proteger. Descubrir que una persona te echa de menos y que otra hace todo lo posible por abrirte las puertas de su casa. Buscar la bondad de una mala acción. Perdonar. Una llamada para comprobar que estás bien. Un mensaje bonito. Una simple palabra dicha para bien. Acercarse. Velar. Hacer compañía. Perder un día, y otro, y otro, por estar con alguien. Acompasar los pasos para que quien viene detrás pueda alcanzarte. Sonreir mucho, siempre. Y que en esa sonrisa se vea el alma. Un paisaje bonito. Un desastre que termina siendo un gran golpe de suerte en la vida. La vista del mar. Correr hacia alguien. Dar los buenos días, besar las buenas noches. Escuchar un "te necesito". Dar la mano para acompañar a quien se va hacia la muerte.

jueves, 27 de octubre de 2011

Revoltijo de sentimientos.

Me enseñaban de niña a multiplicar y me parecía difícil. Llegó la Física y Química y me pareció un mundo complejo. Pero nada comparado con lo que me enseñaría la vida después. Encuentros y desencuentros. Fracasos. Pérdidas. Éxitos que desembocan en chascos impredecibles. Palabras con vocación inequívoca de herir. Actitudes de desdén. Mensajes que marcan una herida profunda, para luego dejar una cicatriz eterna. Querer en la distancia. Sentir el rechazo. Un deseo que nunca se cumple. Que es mejor un grito que un desaprecio. Descubrir que los complejos existen y que otro puede burlarse de ellos. Ponerse a refugio. Conversaciones de un único sentido, sin vuelta ni retorno alguno. Ingratitud que se graba en el alma del receptor. Soledad. Profunda y lacerante soledad. Cuando te escuchan sólo las palabras que dices, pero no el corazón. Querer a alguien sin entender porqué. Gritar al mundo y que nadie te escuche. Que el silencio a veces se clava. Tener que luchar cuando no encuentras fuerza y contra todo pronóstico. Que se llora mucho cuando se echa de menos a alguien que ha muerto. Revoltijo de sentimientos.

miércoles, 26 de octubre de 2011

Fruslerías.


Hoy es día de fruslerías. Puedo prometer, sin temor a equivocarme, que soy mujer. Escribo aquí, me llamo Elena, y soy mujer. Pero no puedo resistir los perfumes, su olor. Ese olor que penetra en las pituitarias hasta el más allá, trepanando el cerebro y mareando los sentidos hasta que ellos mismos no saben quién son y para qué sirven. Entrar en un ascensor con una mujer que lleve perfume es una auténtica tortura. Intento contener la respiración y, si he de subir hasta un piso 23 o similar, dejo de respirar por la nariz para hacerlo por la boca. Salgo del ascensor con gesto evidente de alivio. Empiezo a moverme de un lado a otro con la vana esperanza de eliminar el olor de mi aura, de mi ropa. Podría hasta soltar humo por la nariz cual dragón en celo, pero eso ya no queda elegante.
Odio los perfumes con pasión, pero me encanta el olor de la lavanda. Me recuerda inmediatamente mi niñez, cuando observaba con una sonrisa cómo mi abuela colocaba los armarios y dejaba un saquito de lavanda en cada estante. Descubrí un buen día que era capaz de resistir la colonia de lavanda a granel, en cantidades razonables. Hasta que topé con el aceite esencial de lavanda. Dos gotitas a cada lado del cuello y arreglado el asunto. Sin colonias, sin aditivos. En la actualidad, salgo de casa por las mañanas con claro semblante de mujer dopada. Ese olor tan maravilloso... Lavanda... Violeta... La positividad... Espiritualidad... La cercanía de los que se fueron...

martes, 25 de octubre de 2011

Déjame pensar.


Déjame pensar. Necesito concentrarme. Escuchar mis propias constantes. He de encontrar las palabras adecuadas. No pueden simbolizar o parecerse a lo que quiero contar. Me va la vida en mi relato. No porque el relato vaya a matarme, sino porque necesito que comprendas. Necesito que entiendas lo que siento en palabras, y que con esas palabras seas capaz de recrear mi soledad y de darle medida. Es de vital importancia que cuando termine de decir una frase, que adelanto será breve, tengas todas las armas necesarias para venir a tratarme, para venir a consolarme sin herirme, sin que me sienta conmiserada. Serán pocas palabras, pues todo lo que acarrea una importancia vital se convierte en esencia y se acorta hasta una brevedad insolente. Te daré un ejemplo: SOS.
No hables todavía, que sigo pensando. Es delicado, tremendamente. Porque, al tiempo que encuentro palabras para encajar un pedazo de historia, he de tornarlas sencillas, llanas, humildes. Todavía he de despojarme de mi rastro de soberbia, orgullo, pretensión. Aunque hoy haga mucho frío. Encuentro miles de alternativas, pero he de quedarme con la que te de la llave para acercarte a mí. Por un momento, me quiero perder, simular que esto es innecesario. Pero mi corazón me contradice. Late tan rápido que me obliga a soltarlo: "Necesito tu cariño para acunar mi vida, que ha acabado desprotegida."

domingo, 23 de octubre de 2011

Alguien que me hubiera avisado.



Los momentos que marcan una vida no se avisan. Habrá indicios, huellas, sensaciones, motivos, pero los momentos que verdaderamente marcan una existencia son repentinos. Y el susto puede ser bastante estresante. Además de estresante, diría que injusto. La mente trabaja de pronto a velocidades insospechadas, tratando de mil maneras ubicar lo que ve en su estructura vital, dándole forma, sabor, olor o magnitud. Procurando acompasar los latidos de ese corazón que se ha vuelto por momentos independiente del cuerpo, y que funciona desbocado, sin visos de volver a su lugar. Gestionando el sudor, unas veces frío, otras ardiente. Guardar las manos donde se pueda, mirar al infinito. No creer lo que se ve. Junto a todo este proceso, al mismo tiempo, se jura en arameo. Nadie avisó del evento. Nadie advirtió. No hay caparazón, ni escudo mínimamente apropiado.

Puedo recordar nítidamente la muerte repentina de mi madre. Alguien quiso que estuviera conmigo, bien pegadita a mí, para que fuera testigo de excepción de cómo una vida se va en 10 segundos y hay que reconstruir lo que queda en el mundo de los vivos, así, sin más, sin piedad. He sentido esto mismo al ver lo que transcurría desde el accidente de Simoncelli hasta que han anunciado su fallecimiento esta mañana.

También hay momentos que marcan una vida para bien. Ayer conocí a una persona que modificó, en un "plis plas", mis esquemas vitales básicos. Así, sin piedad.





viernes, 21 de octubre de 2011

¡Que algo está pasando!



Elenaaaaaaaaaaaaaa...
Elenaaaaaaaaaaaaaa...

"Despierta. ¡Despierta! Que algo está pasando... Algo raro..." Con estos pensamientos inconclusos abro los ojos y, en cuestión de milésimas, estoy completamente despierta, los sentidos de alerta me avivan. Efectivamente, algo raro está pasando. Estoy en mi casa del alma, en mi cuarto de siempre. La misma cama, la misma chimenea sin encender. Todo parece en su sitio, pero un instinto lejanísimo me vuelve a avisar: "Algo está pasando... Mira..."

Me incorporo en la cama y miro a mi alrededor. La ventana, a mi derecha, me refleja una luna plateada gigantesca. Aún de noche.

Y me doy cuenta de... "¿Pero esto qué es? Qué... Qué nos estamos moviendo... ¡La casa y yo nos movemos!" De un brinco estoy en pie y con una zancada llego a la ventana y miro. No tengo miedo, pero sí tremenda curiosidad. Lo que veo en el exterior me deja pasmada, absorta...

La vista habitual de ese césped infinito bordeado de chopos, álamos y robles se ha convertido en un mar abierto, en calma chicha, de color verde oscuro. Con ese reflejo contínuo plateado que sólo la luna puede ofrecer. No es un lago gigantesco, sino el mar. El inmenso mar. Lo sé con plena consciencia. No me engaña ni la luna ni la noche. Y la casa. Mi casa del alma, tan grande, tan señorial y anciana, está flotando en ese mar, y se va alejando. Alejando de una costa en la que un puerto sucede a otro. Todos iluminados con farolillos blanquecinos de distintos tamaños. ¡Ese mar, como un plato, tan bonito! Y qué paz... Lejos de asustarme, no paro de mirar ese espectáculo tan bello y empiezo a decir adiós con la mano. ¿A quién? No lo sé, pero tengo que decir adiós... No hay viento, sólo paz. No hay sentimientos oscuros. No hay pena. Sólo paz.

Entonces, sólo entonces, me despierto de verdad, en mi casa. En Madrid. Todo está en orden y estoy en el mundo de los vivos. Comprendo, porque así son las cosas inevitables, que ese sueño va a quedar impregnado en mi vida. Meses más tarde, de pura casualidad, me interpretan el sueño. Y dan en el clavo.

jueves, 20 de octubre de 2011

Caos y cansancio.

Errar. Caer en la trampa. Sentir lo que uno no debe sentir. Sentimientos que duelen. Miedo súbito. Confesar. Desoír el dolor. 
Soñar. Hacer posible el sueño en la imaginación. Querer. Sentir. Desear. Buscar el momento. Disfrutar del beso. Aferrarse a esa mano que te dan. 
Ser cobarde. Levantarse. Luchar. Tirar la toalla. Este cansancio infinito que mina las fuerzas y quita los colores vivos del arco iris. 
 De todas formas, no puedo permitirme las ilusiones con algo tan improbable. Pero sueño sin parar con ello. De vez en cuando, un post lleno de pensamientos y sentimientos en sin sentido tiene que aparecer. La vida está hecha de momentos, contradicciones, obstáculos.
Y hoy no tengo mucha fe en mí misma.

Me dedicaré a abrazar a mi perrita, que sé que me quiere. 

martes, 18 de octubre de 2011

Y ahora, a mi madre.


Todos los días quiero ir a buscarte. Por las mañanas, antes de abrir los ojos, preparo el plan de ataque. Siempre empiezo con una escalera larga, muy larga. Tiene barandilla y va repleta de lilas a un lado y a otro. Lilas de esas que te encantaban, las que te traían a casa, en ramos gigantescos, de imposible tamaño. Lilas para recibirte con los honores que merece la ocasión. Mi plan es subir todos esos cientos de escalones de una tacada, sé que no hay cansancio cuando el objetivo es tan deseado. Llego allí, veo a Steve Jobs actualizando las Tablas de Moisés. Y empiezo a buscarte nube tras nube. Y siempre son infinitas. Hay mucha gente. Ahí empiezo a agobiarme, pues caigo en la cuenta: eres igual de terca y dura que siempre y no quieres volver. Sé que prefieres vigilarme desde ahí, donde está el poder, dónde tienes todas las armas a tu alcance. Y no quieres que yo gane tan simplemente. Primero hay que luchar para ganarse el cielo... como si te oyera. Pero qué madre más sargento tengo. No me regañes por ir a buscarte a menudo. Te echo de menos en tantas ocasiones...

lunes, 17 de octubre de 2011

Tres girasoles ofrezco.


Tres girasoles ofrezco
a quien una sonrisa me sonsaque
Tres girasoles bien alegres
para quien bien me quiera

Porque tened bien claro que, si tener el cariño de un amigo es como hacer magia, quien viene a mí para hacerme la vida agradable y darme cariño y tenderme la mano por lo que soy, se convierte en parte de mi historia y se lleva mi gratitud, mi sonrisa eterna y mi bienhacer.
Porque he vivido en la miseria muchas veces, he llorado por personas perdidas, he levantado mi cuerpo cuando ni mi espíritu levitaba lo más mínimo, he aprendido la pobreza de cariño, he convivido con la soledad esa que arrasa hasta el sol. Porque soy tan pobre en pasados como rica en sentimientos.

jueves, 13 de octubre de 2011

De la tercera edad desde la segunda edad.




Varios años contemplan mi voluntariado. Estuve ayudando a ancianos con Alzheimer, enfermedad que pongo de propósito con mayúscula por sus proporciones e importancia. También estuve una temporada con enfermos terminales. He de contar que mi asistencia a los terminales no es demasiado meritoria, la muerte me asusta poco. A mis 36 años había visto morir ya a mis más allegados parientes, y algún partido había que sacar a esa desvergüenza.

Tremenda es la experiencia de colaborar con los ancianos. Tremendamente buena, gratificante, sorprendente. Comprendí, al poco tiempo, que a una persona mayor le viene bien todo lo que pueda ofrecerle el voluntario: su juventud, sonrisa, animosidad, empuje, fuerza, cariño. Salvo honrosas excepciones de ancianos en una fase muy avanzada de su enfermedad o vejez, suelen ser todos ellos absolutamente receptivos a las atenciones externas. Es más, en una residencia de ancianos, una sonrisa es un tesoro de incalculable valor, un hallazgo incunable... Ya no os podría contar el recibimiento si el anciano en cuestión sufre de esa espantosa soledad que acaece cuando sus familiares van a verle poco o muy poco -algún sábado que les viene bien moverse, un domingo que llueve y no hay nada que hacer...-. ¿Habéis observado alguna vez la soledad de un anciano? Tiene color, hasta forma, y está siempre rodeada de un halo de enorme tristeza. Un espectáculo desolador capaz de arrasar con todo a su paso y acelerar la muerte.

Alguien se preguntará qué tienen que ofrecer las personas de la tercera edad a quienes nos movemos con una bata por la residencia tratando de ayudar y acompañar. Pues mucho. MUCHO. Sin ir más lejos, la concentración de sabiduría acumulada a lo largo de los años es un lingote de oro compacto muy valioso. El cariño que devuelven a cambio. La serenidad ante la visión certera de una muerte inminente. El agradecimiento sin palabras.



martes, 11 de octubre de 2011

Visiones del agua.



Por un momento, me dejaré hipnotizar por el agua, para pensar más despacio.
Para rellenar los vacíos.
Para ahuyentar los desencuentros.
Para sentir mi camino.









Posaré la mirada en lo más profundo,
donde habita y reina la calma.
Donde los colores se convierten en uno.
Y los ojos se abrazan.









Haré como si estuviera ahí dentro.
Totalmente cubierta.
Rodeada.
Tapada.
Protegida

Entonces...
entonces sonreiré.

domingo, 9 de octubre de 2011

Aforo completo.

Si os dijera que tengo una enfermedad larga e incurable, tendría toda vuestra atención, conmiseración, cuidados y mimos. De repente, este post se llenaría de visitas. "Aforo completo", me comunicaría Blogger, junto con una gran sonrisa internauta. Se correría la noticia, cual pólvora del siglo XXI, es decir, en segundos. 

No sé exactamente qué es lo que despierta en el mundo esa avidez de malas noticias ajenas, como si con ello pudieran enmascarase las propias miserias. Como si las penas de uno mismo parecieran menos a la luz de la desgracia del vecino. Creo firmemente que los sufrimientos de cada ser son intransferibles, no son comparables con los de los semejantes, son simplemente distintos y todo horror hay que vivirlo en modo "propias carnes" para darle su esplendor al completo, su sinsabor. El vecino no tiene más labor (ni menos) que acompañar a su vecino doliente. Acompasar su dolor, mimetizarse con él en la medida de sus posibilidades. 

No tengo una enfermedad larga e incurable, que yo sepa y para mi ventura. No obstante, por un momento, haced como si la tuviera y prestadme todo tipo de atenciones, por favor. De vez en cuando sienta muy bien. ¡Muchas gracias a todos! 

¡¡¡ :-))) !!!

sábado, 8 de octubre de 2011

Por tesoro, un amigo.

Si decides emplear un poco de tiempo en conocer a esa persona que trata contigo tantas horas al día y descubres que es un ser entrañable y que su vida es tan grotescamente similar a la tuya; algo cambia en el devenir de la relación. La mirada ya es distinta, la percepción ajena aumenta, torna de color cálido, la persona que vemos enfrente es otra, más cercana, más de uno mismo. Se ha creado un lazo invisible de amistad, tan fuerte y delgado como un hilo de tela de araña. Cado uno de los seres de esta historia es un poco más rico que el día anterior. Amigos, tesoros de incunable valor, estandartes de fuerza cuando el barco se hunde, joyitas...

miércoles, 5 de octubre de 2011

Apuntes desde el avión.


Modelar el alma
Abrazar con la mirada
Sentir con las palabras
Expandir el espíritu
Redondear el paso
Cuidarse
Dulcificar los gestos 
Mimar la retina
Besar con esmero
Abrazar sin herir 
Acariciar
Enlazar halagos con verdades
Admitir el mundo
Ofrecer la mano antes de darla
Enmascarar la pena
Encandilarse
Celebrar el bien
Estudiar los hábitos
Enajenarse
Dar libertad a las lágrimas
Permitir la pena
Enamorarse del momento
Reconciliarse con los sueños
Reafirmar el apego









martes, 4 de octubre de 2011

Momentazos


Hay una linea muy imprecisa entre la desesperación y la risotada. Tan imprecisa como fina. Pongamos que son las once de la mañana y me encuentro en una carretera alemana, dentro de un taxi conducido por un alemán de pura casta. Tengo tiempo sobrado para llegar al aeropuerto a coger mi avión. De repente, a la española, un atasco. Bueno, un atasco, no. Un atascazo en el que ninguno de los cuatro carriles se mueve en quince minutos. Pido al taxista que ponga la radio para enterarse de lo que ocurre, con una mezcla de inglés, que él entiende poco, y señas. Me explica que ha habido un accidente, cinco camiones implicados. Tras otro rato de desesperante calma, rodeada de camiones y sin movernos, vuelvo a pedirle que se cambie al carril de la derecha del todo, pues se está moviendo algo. Se encoge de hombros, tres veces. Cuando escucha un sonido parecido a un grito que proviene de mi persona, se decide a cambiar y avanzamos un tramo largo. Media hora después, descubro una salida de la autopista y vuelvo a explicar a mi alemán taxista que bien podría irse por una carretera alternativa, al objeto de no llegar al aeropuerto de noche. Se encoge de hombros, otra vez. Es entonces cuando me pongo a gesticular, y empiezo a parecerme peligrosamente a una verdulera. No dispuesto a acabar sin ojos, mi conductor decide salirse a una carretera vecinal y en veinte minutos llegamos al aeropuerto. Me cuentan allí que el atasco es ya de treinta kilómetros. Entonces empiezo a reirme, a reirme mucho. He perdido el avión, pero he conseguido la libertad de espacio en el aeropuerto. Hay un alemán flipando con el carácter español y soy un as explicándome por signos. Me quedan dos horas hasta que salga el próximo avión...

sábado, 1 de octubre de 2011

A mi padre.



Mi querido Vater:
Ya sé que hoy no es ni tu santo, ni tu cumpleaños, ni tu aniversario de muerte, pero te echo mucho de menos. ¡Cuánto tiempo hace que no tengo una conversación contigo en condiciones! ¡Y qué lejos estás! No me olvido de tu sonrisa, nunca. Ni de ti, claro.







"... y hasta cuando en la Tierra otra tierra te tape, allí estarán mis besos, pegados siempre a ti..."