Aprendí a no dar nada por hecho,
aprendí que no tendría conmigo a nadie para siempre.
Aprendí a querer a los míos.
Disfruté como una posesa de la compañía de mi padre,
cuando ya había perdido a mi madre.
Volví a formar una familia,
me rodeé de mis pocos amigos.
Y aprendí que era importante que les sonriera a menudo,
fundamental que les escuchara,
crucial que les acompañara en sus momentos de soledad,
básico que permaneciera a su lado en los malos tiempos.
Y me dí cuenta de que perdemos la solidaridad al hacernos mayores,
justo cuando más empezamos a necesitarla...
Y comprendí que precisamente aprendí por haber sufrido.
La sabiduría del sufrimiento,
el dolor que no tiene máscara,
qué dos grandes maestros.
Creo que ya sabes, que compartimos mucos sentimientos, tantos que ha algunas entradas que parece como si las hubiera escrito yo! Bss
ResponderEliminar