martes, 14 de junio de 2011

Sonrisas dulces




Aprendí a no dar nada por hecho,
aprendí que no tendría conmigo a nadie para siempre.
Aprendí a querer a los míos.
Disfruté como una posesa de la compañía de mi padre,
cuando ya había perdido a mi madre.
Volví a formar una familia,
me rodeé de mis pocos amigos.
Y aprendí que era importante que les sonriera a menudo,
fundamental que les escuchara,
crucial que les acompañara en sus momentos de soledad,
básico que permaneciera a su lado en los malos tiempos.
Y me dí cuenta de que perdemos la solidaridad al hacernos mayores,
justo cuando más empezamos a necesitarla... 
Y comprendí que precisamente aprendí por haber sufrido.
La sabiduría del sufrimiento,
el dolor que no tiene máscara,
qué dos grandes maestros.

1 comentario:

  1. Creo que ya sabes, que compartimos mucos sentimientos, tantos que ha algunas entradas que parece como si las hubiera escrito yo! Bss

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