Desbordada de tanto hacer gestiones en mi cabeza, imaginarias, anticipadas. Estresada, sobre todo por las tareas que he de encargar a terceros. El teléfono me irrita, me preocupan los tiempos. Me molesta depender de ajenos a mi propio hacer y entender. Por encima de todo esto, me altera hacer las cosas por un fallecido y de hurgar en su casa, en sus cosas. Más aún cuando vienen a pedirme cuentas aquellos que no me han tendido una mano. Qué maleducada es la ingratitud.
Desbordada. Cansada. Alterada, triste y decepcionada.
He decidido irme un ratito a un sitio de paz, donde recargarme de energía. Si alguno conoce Es Vedrá, en Ibiza, habrá experimentado lo que se siente al tumbarse en una hamaca frente a esa piedra de apariencia vulgar y gris. Quien no lo haya hecho, tiene en la foto la imagen de una recomendable experiencia. Aunque no haya sol y negros nubarrones amenacen de frente.
El descanso de la guerrera. Gracias, amigos, por escucharme.
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