Bienvenido al reino del violeta y la lavanda... deja tus prejuicios y pasa... sin miedo...
martes, 26 de julio de 2011
Maravillosa infancia.
Por fín había llegado. Siete largas horas de coche a sus espaldas. Bajó del coche y cogió aire. Contempló la casa, tan majestuosa como la recordaba. Mientras hacía un recorrido visual a los alrededores, un impertinente escalofrío pujaba por subir. Decidida a no volverse atrás, se encaminó a la puerta y abrió la cerradura con no poca dificultad. El olor, tan familiar, a madera mezclada con barro cocido hizo que diera un paso atrás. "No vas a darte media vuelta, ni en broma", se dijo.
Con gesto decidido, deshizo el paso en falso, abrió la puerta del todo y entró. Contempló la imponente escalera de nogal presidida por los tres tapices que tan bien recordaba desde pequeña. Un torrente de imágenes en desorden comenzaron a pasar por su mente, sin piedad. El caluroso recibimiento al llegar, ese bajar atropelladamente para salir al jardín, gritos, regañinas, risotadas. "Como volváis a bajar saltando los escalones de dos en dos, cobráis...", la voz de la abuela parecía estar ahí mismo, tan burlona como autoritaria.
Subió a la planta de arriba y recorrió el largo pasillo, con esos ojos que no quieren ver, hasta llegar al salón. Su mirada se encontró de bruces con el sillón. Tantas veces se había sentado en el suelo, a lado de él, acompañándole junto con el perro. Horas y horas de charla, escuchando antiguas historias. Podía recordar con nitidez a su abuelo, tan apuesto. El bigote blanco impecable, los ojos azules limpios y sabios. Y ese amor que sólo los abuelos pueden dar, desinteresado.
"Si pudiera dar marcha atrás, volvería a tener cinco años. Viviría todo mucho más despacio. Pegaría a mis sentidos todo lo de esta casa. Si pudiera vivir otra vez esa maravillosa infancia..." Una lágrima cayó en el suelo.
Dió media vuelta y su mente empezó a ordenar mentalmente las labores de limpieza de la casa. Era hora de comenzar. Pronto llegaría el resto de la familia.
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Sensaciones idénticas que comparto contigo, Elena.
ResponderEliminarEn mi pueblo soriano hay una casa ahora vacía, y ese mismo recuerdo, ese desamparo y la voluntad que se sobrepone finalmente las he vivido de la misma forma. Como tantos otros de los nuestros...
Es un gusto y un lujo leerte!
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