lunes, 12 de septiembre de 2011

Tempus.

No hay mayor error que creerse en la verdad. Por muchas razones. El destino, entre otros, juega malas pasadas a los engreídos. A los que, en general, se creen superiores a otros. Debe ser que es malo tanta grandeza de espíritu y mente individuales. Además, todo es cuestión de paciencia. Si, al final del camino, nuestra verdad era LA VERDAD, el tiempo se encargará fehacientemente de mostrarlo. Bendito tiempo.

Opinar de distinta forma que quien nos replica enfrente es sano. Considerar que lo que opina el ínclito es una genuina gilipollez no es que sea insano, es que es del género tontil. Lo propio, por naturaleza o simple estadística, puede ser tan erróneo como propiamente cierto y veraz la opinión contraria. Y la base para que una opinión personal, por muy arraigada que se encuentre en nuestro soberano cuerpo, sea verdad universal es una falacia, y no posee fundamento.

Intentar amoldar, aunque sea imaginariamente, la opinión ajena a nuestro modus vivendi y comprobar que no nos sirve o convence empieza a ser inteligente. Comprender a la primera que existen otras vidas, otras mentes, tan valiosas como las de uno mismo es empezar a poder moverse por el mundo, socializar. Y volver la vista para comprobar la eficiencia del pensamiento ajeno es la supremacía. Un espacio reservado a pocos. Pocos, pocos.

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