jueves, 26 de mayo de 2011

Ese momento sublime.

He decidido ir a urgencias. Tres de la madrugada. Básicamente porque me estoy ahogando en la tos alérgica que no se va nunca. Tercera noche sin dormir y un tirón en la zona costillar lateral. Y llega ese momento sublime ante el propio de la ventanilla:
¿Su tarjeta, por favor?
¿Qué le ocurre?
-En cinco palabras, cual indio, se lo explico.- Esto no da para más.
¿Nombre?
Se lo digo de corrido, sin problemas
¿Edad? (Radio-oyentes, ya he tosido dos veces, me he agarrado las costillas, me he limpiado las lágrimas que caen insultantemente por mis blanquisísimas mejillas)
Y empiezo a calcular la edad, sí. Entre la tos, la memoria y las horas en que estamos, cuesta...
-¡43!
¿Domicilio?
Contesto rapidito.
¿Un teléfono de contacto?
...
Y, entonces, pienso seriamente en la infra-utilidad que tiene dar una tarjeta sanitaria que no se puede cotejar con los datos del ordenador... ¿Para qué sirve internet? ¿Y las bases de datos? ¿Estábamos en el Día Nacional del Boli BIC?

Al final, salgo del establecimiento tercermundista (me refiero únicamente al garito de recepción de urgencias, el hospital es estupendo) con un bendito chute de urbasón para pasar a cantar con conocimiento de causa aquello de "Soy la Reina de los Mares...."

1 comentario:

  1. Las urgencias y la recepción ese maravilloso sitio con encanto :))

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