domingo, 29 de mayo de 2011

De cabeza de estirpe.

Por Dios que yo no quería. Se fue el último y me quedé de cabeza de estirpe.
No sé bien porqué cada vez que empiezo a vivir la vida alguien viene a recordarme la muerte. Esa doña malvada y contundente, más fea que fea.
Me encontré con la primera muerte implacable a los 29 años y, desde entonces, parece que ha empezado una carrera de obstáculos en la que ponen a prueba mi resistencia, fe y alegría.
La buena nueva es que ya no me aterrorizo ante ELLA. Odio con cordialidad manifiesta los tanatorios, los féretros, los pésames; pero me resultan tan cotidianos como el cine.
Se ha ido el último de mi familia paterna. Era tan bondadoso o más que mi padre. Los dos bien apuestos, encantadores, con un sello inimitable. Bien sé que nunca podré igualarles, aunque sí soy consciente de que el pasaporte de su apellido hace que me miren bien.
Adiós, tío Luis, me alegro que ya no tengas que sufrir. Cuida mucho de tu hermano pequeño, por favor. Ahora puedo besarte imaginariamente a placer, antes no te dejabas...
Ya he redactado tu esquela, complicada, pero lleva mucho cariño.


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