martes, 9 de agosto de 2011

Llegar al mar.


Parece que nunca ocurrirá, pero llegas.
Mar azul marino infinito a un lado.
Praderas de diferentes verdes, como cosidas por manos amorosas, del otro lado.
Esa sensación de espacio, el olor a mar inconfundible.
Vuelve la tranquilidad, el mayor ruido viene de las gaviotas alborotadas por una futurible presa.
La vista contempla el mar hasta el horizonte, el cielo a continuación.
Y descansa, no hay nada que ordenar visualmente en el paisaje marino.
Y las vacas asturianas, paciendo, levantando la cabeza y girándola en un gesto cansino, aprendido, con aparente curiosidad.
Comienza el veraneo, con sus cosucas absurdas.
Leyendo una novela fácil de intriga y escribiendo ésto.
Desechando un zumo de naranja en el desayuno por no ser natural.
Buscando el sol.
Largos paseos sin prisa.
Conmigo, siempre al lado, mi perrita.


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